A menudo veo en mi entorno expresiones de la gente que denotan que no les gusta cómo hago las cosas con mis hijos. 
Que si no les riño cuando hacen algo «mal», es porque soy una madre permisiva.
Que si no elevo el tono de voz cuando hablo con ellos, no estoy siendo firme.
Que si les dejo hacer «todo» lo que quieren, no les estoy enseñando bien.
Pero eso  no es verdad.
Cuando mis hijos se comportan de manera inadecuada, les explico porqué tienen que cambiar esa actitud y tengo en cuenta que lo primero es el respeto hacia todo el mundo, incluídos ellos.
Pero lo hago en un tono de voz normal, calmado (siempre que puedo) y eso hace que ellos me escuchen más relajados y con más predisposición, ya que los gritos y las malas maneras no son bien aceptadas por los niños de alta demanda, cosa que me parece estupenda ya que nunca deberíamos hablarnos a gritos.
Tampoco les dejo hacer lo que quieran, pero sí les dejo cierto margen para que puedan actuar, dentro de los límites de la seguridad, porque creo que tienen derecho a elegir en muchos aspectos de su vida.
Así que quien piense que soy una madre permisiva yo le diría que para nada, solo trato a mis hijos como personas, como me gustaría que todo el mundo me tratase a mí y hago las cosas un poco diferentes a la mayoría de la gente.
Por suerte poco a poco las cosas van cambiando y somos cada día más las mamás que creemos que las cosas se pueden hacer de otra manera.
Y por suerte hace tiempo que dejó de importarme lo que la gente piense de cómo educo a mis hijos y sólo me preocupa que ellos se sientan bien.
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