El otro día una mamá me preguntaba cómo hacíamos para introducir las materias en casa para que mi hija vaya aprendiendo.
En la educación en casa suele haber dos corrientes bastante marcadas y opuestas, y entre ellas todo un mundo de posibilidades.
Hay familias que llevan la escuela a casa, es decir toman el programa oficial correspondiente al curso en el que el niño debería estar por edad y lo trabajan tal cual: mismas materias, utilizando libros y en el año que corresponde.
Otras familias por el contrario deciden que si no llevan a sus hijos a la escuela es precisamente porque no les gusta su manera de hacer las cosas: sus ritmos, sus metodologías, sus imposiciones de tiempo (que todos los niños aprendan a la vez un determinado tema, estén preparados o no) y entonces eligen respetar el ritmo y los intereses del niño y hacen un aprendizaje totalmente libre en el que el niño decide qué aprender y cuándo.
En nuestro caso estamos en un punto intermedio.
Yo respeto los intereses de mis hijos, y aprendemos mucho según lo que a ellos les gusta y también su ritmo, es decir si proponemos una actividad y en ese momento prefieren hacer otra cosa, pues dejamos la actividad para otro momento o si veo que no les interesa lo más mínimo, la desechamos (aunque yo lo haya preparado con toda la ilusión del mundo y a mí me parezca interesantísima)
Pero sí que es verdad que en algunos temas no espero a que ellos muestren interés, sino que con mayor o menor sutileza, dependiendo del momento y de la materia les voy proponiendo actividades que nos lleven al fin deseado.
Un ejemplo de esto ha sido la lectoescritura.
En los coles desde bien pequeños les «hacen» leer cuando claramente no están preparados para ello. De esa manera se está forzando a los pequeños a hacer algo que realmente no pueden hacer y que si le das tiempo lo hacen de una manera mucho más natural. Así los niños pasan unos cuantos años «leyendo» como pueden hasta que van adquiriendo la madurez necesaria que les permite hacerlo con fluidez y entendiendo lo que leen. El peligro de hacerlo así, cuando el niño no está preparado es que pasan muchos años leyendo sin leer y que cuando por fin lo hacen puede que muchos hayan perdido el gusto por la lectura y solo lo hagan porque les obligan en el cole.
En el lado opuesto están las familias que dejan que el niño se interese por la lectura por sí mismo y esperan a que el niño alrededor de los 7 años más o menos se interese por leer y escribir. (digo los 7 años porque dicen que es la edad natural para aprender a leer)
En nuestro caso, teníamos claro que no íbamos a forzar a mi hija a hacer algo si ella no estaba interesada pero tampoco nos sentíamos bien esperando así sin más, ya que consideramos que la lectura es muy importante y que les abre a los niños todo un mundo de posibilidades y más a los niños de Altas Capacidades que tienen esa necesidad de conocimientos tan acusada, así que desde pequeña hemos intentado que la lectoescritura estuviese muy presente en nuestras vidas.
- Letras de imanes en el frigorífico que iba aprendiendo a reconocer mientras yo recogía la cocina.
- Cuadernos de laberintos que nos llevábamos cuando teníamos que hacer alguna gestión y sabíamos que se iba a aburrir. Los laberintos son muy buenos para aprender a coger el lapiz y hacer trazos.
- Leer muchos libros tanto en casa como en la biblioteca.
- Diferentes pizarras (blanca, magnética) en las que ir aprendiendo a escribir algunas letras.
- Juegos de formar palabras.
- Búsquedas del tesoro.
- Juegos en la tablet.
- Comics.
- Listas de la compra.
- Y muchas más que han ayudado a mi hija a aprender las letras, a escribirlas, a entenderlas, a encontrar utilidad a la lectura y a la escritura y finalmente a escribir y leer con fluidez.
Ha sido un proceso largo, que comenzó cuando era pequeña apenas sin darnos cuenta, y culminó cuando ella ya consciente de lo que eso suponía nos dijo un día que quería aprender a leer.
No fue un camino fácil porque si algo tienen los niños de altas capacidades es que si encuentran alguna dificultad se bloquean y hay que saber sortear esos bloqueos con mucha cratividad y paciencia.
También hubo dudas porque pensamos en la posibilidad de una dislexia., que finalmente descartamos.
Pero un buen día comenzó a leer, con fluidez y entendiendo lo que leía. Siguiendo su ritmo y sus intereses, sin presión, haciendo que el camino fuese divertido y motivador.
Así que, volviendo a la pregunta inicial: yo sigo sus intereses pero si algo me parece importante voy dejando pistas a su alcance para llegar al objetivo que desde mi punto de vista creo necesario, pero siempre sin imponer.
Ay, Monica, en serio que te leo y me da mucha ilusion cuando pienso en educar a mi niño en casa. Gracias por tus experiencias. Saludos 🙂