Mi hija está aprendiendo a leer y a escribir pero a veces no le apetece nada ponerse a descifrar lo que ve o a pensar en las letras necesarias para formar las palabras. Eso le pasa porque en ese momento no está motivada para hacerlo.
Y es que la motivación es fundamental para el aprendizaje y si no piensa en las cosas que tú has aprendido a lo largo de tu vida y comprobarás que las cosas que mejor has aprendido son las que tenían para ti un significado especial o simplemente te encantaban. Esa motivación hace que te intereses por las cosas que te rodean.
El otro día intenté un par de veces sin demasiado éxito que mi hija leyese unas líneas de un libro pero ella en ese momento no mostró mucho interés y tampoco quiso escribir unas palabras que le había preparado.
Un rato más tarde llegó la hora de comer, momento de tensión casi todos los días en mi casa por varios motivos:
– Mi hija siempre tiene algo más interesante que hacer en el momento de la comida o la cena.
– El tema de las comidas nos trae un poco de cabeza porque es muy reacia a probar cosas nuevas y cada vez le gustan menos cosas.
Con este panorama estábamos en la mesa cuando me dijo que la comida de ese día (su plato favorito los dos meses anteriores) ya no le gustaba, y yo un poco desesperada le dije que me iba a tener que hacer una lista de las comidas que le gustan porque yo ya no sabía ni qué poner. En ese momento se levantó, cogió un papel y un lápiz y se hizo un menú completo para toda una semana, un plato para comer y otro para cenar. Bueno el domingo ya no se le ocurría qué poner y decidió que se iría a comer a casa de la abuela (jeje).
El menú no quedó muy equilibrado, veremos cómo lo solucionamos, pero la motivación que encontró en ese momento hizo posible lo que yo poco antes no había logrado, y además escribió mucho más.
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