Hoy quiero contarte cómo llegué hasta la crianza con apego o crianza respetuosa.

 

Antes de nacer mis hijos, yo no tenía ni idea sobre niños ni sobre maternidad. Mi vida durante una época  giró en torno a los estudios: carrera universitaria, prácticas, fiestas universitarias…y todo el mundo a mi alrededor tenía los mismos intereses, ninguno relacionado con la maternidad.

 

Cuando terminé mis estudios, empecé a trabajar y ahí empecé a relacionarme con otro tipo de personas. Personas con hijos que a veces me preguntaban ¿Y tú cuándo piensas tener hijos? A lo que yo siempre respondía: Algún día.

 

Era algo que nunca me había planteado, yo no sabía si quería tener uno, dos… Hay gente que lo tiene claro, yo no lo había pensado, simplemente me parecía algo muy lejano.

 

Pero la naturaleza es sabia y las mujeres tenemos un reloj biológico que cuando se pone en marcha no hay quien lo pare. Así, de repente, un día «sentí» que quería tener un hijo y que ese era el momento. A los dos meses estaba felizmente embarazada.

 

Entonces me dediqué a leer todo lo que caía en mis manos relacionado con el embarazo, el parto, incluso lactancia pero no leí nada sobre crianza.

 

Compramos la cuna, nos regalaron un cochecito con todos los complementos y estábamos deseosos de que naciera nuestra nena para usarlo todo. No sabíamos que ella tenía otros planes.

 

El viaje de vuelta del hospital se lo pasó todo entero llorando a pleno pulmón, pero al llegar a casa se quedó dormida. Recuerdo que entramos con ella y dijimos y ¿ahora qué hacemos? ¿cómo la vamos a dejar sola en la cuna tan lejos de nosotros? Y la dejamos en el salón. Ese fue el primer indicador de que lo que hacía el resto de la gente que conocíamos no iba con nosotros.

 

Después llegó el colecho, al principio casi por obligación, después convencidos.

 

Lactancia materna exclusiva y prolongada, a pesar de las dificultades que tuvimos el primer mes.

 

Porteo, también al principio por obligación porque no podíamos dejarla en el carrito, después con mucho gusto. Y fue a través del porteo que llegué al mundo de la crianza natural.
Al principio de portear usábamos una mochila  de las que encuentras en cualquier tienda, por suerte era invierno y aquí hace mucho frío así que enseguida con tanta ropa ya no cabía en la mochila. Un poco desesperada porque no sabía cómo la iba a portear entonces, empecé a buscar por internet formas de portear a bebés grandes, y descubrí todo un mundo.

 

Encontré montones de portabebés para poder llevar a mi niña, pero además encontré foros en los que la gente hablaba de crianza natural, de respetar los ritmos, de dormir con tus hijos y se me iluminó el alma.

 

Parte de lo que allí leía era lo que nosotros sin querer y sin saber ya estábamos haciendo, pero había muchas más cosas, cosas que nunca me había planteado y que poco a poco han ido dando forma a nuestra vida.

 

También creo que este tipo de crianza es el más adecuado para nuestros niños de alta demanda por su forma de ser. Muchas veces pienso que nuestra hija nos eligió a nosotros como padres porque sabía que íbamos a darle lo que necesita, aunque a veces sea difícil.

 

Lo ideal sería que todo el mundo criara así sin tener que planteárselo, de forma natural, pero aunque las cosas van cambiando poco a poco, todavía queda mucho camino por recorrer.