Las familias que decidimos criar a nuestros hijos de una manera más respetuosa solemos vivir un proceso similar: damos a nuestros bebés pecho a demanda, porteamos para fortalecer el vínculo y poder atender mejor sus necesidades, en muchas ocasiones colechamos porque entendemos que nos necesitan las 24 horas del día. En definitiva les damos todo nuesto amor y respetamos sus necesidades en todo momento.
Bilógicamente estamos preparados para atender su llanto de forma inmediata y a no ser que estemos muy desconectados de nuestro instinto, generalmente por presiones sociales, lo hacemos.
Pero los bebés crecen y especialmente los de alta demanda, comienzan a tener comportamientos menos amorosos, que nos desestabilizan. Aparecen las primeras rabietas que no siempre gestionamos de manera adecuada, y aparecen las primeras dudas: ¿lo estoy haciendo bien?, ¿le tengo que permitir este comportamiento?
Sorteamos la etapa de las rabietas y aparecen otros conflictos diarios que aumentan tus dudas y en muchas ocasiones te empiezas a plantear acciones que cuando era un bebé tenías claro que no harías como por ejemplo castigarle ante un mal comportamiento.
La realidad nos desborda y nuestro angelical bebé deja paso a un niño con las ideas claras y muchas ganas de explorar el mundo, con todo lo que eso conlleva a los esforzados padres que sienten que todo a su alrededor se tambalea y en muchas ocasiones llegan a pensar que la crianza con apego se acaba cuando el bebé se convierte en niño.
Realmente la crianza con apego no tiene porqué terminar cuando los niños crecen, pero si es verdad que hay que ser muy conscientes de lo que realmente significa esa crianza respetuosa.
Respeto no significa permisividad, apego no significa dejarles hacer todo lo que quieran sin darles un referente.
La crianza con apego a medida que el niño crece solo se transforma ajustandose a sus nuevas necesidades. Y sin duda alguna sigue siendo la mejor crianza que podemos dar a nuestros hijos durante toda su vida.
Porque el apego no es solo teta, porteo y colecho. El apego es acompañar a nuestros hijos siempre que nos necesiten.
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